Santa Teresa es la primera mujer proclamada Doctora de Iglesia. Con ese título, la Iglesia reconoce su 'eminens doctrina' en el ámbito del pensamiento cristiano. No sólo como escritora y maestra del pasado sino como pensadora de actualidad y como testigo de los valores evangélicos para el hombre de hoy. Teresa no posee un sistema de pensamiento hábilmente estructurado, pero sí articulado orgánicamente diversas veces, ya sea en pequeños ensayos como la Relación 5ª, ya en grandes tratados como las Moradas. Aquí seleccionaremos algunas líneas maestras de su pensamiento religioso.
1. Escritora del siglo XVI, Teresa no es una ideóloga. Pero sí una pensadora. Pocos habrán pensado tan insistentemente como ella el sentido profundo de la propia vida. Incapaz de vivirla sin cuestionarla para entenderla. Lo hace pluma en mano desde su primer gran escrito, la Vida (ya antes en las Relaciones 1-3), hasta la postrera introspección de su interioridad en 1581 (Relación 6ª). Uno de sus gestos más típicos es el asombro (espantarse, dice ella) ante el misterio de las cosas, de los hombres y los sucesos. Lo piensa generalmente en clave religiosa: el suyo es un ideario religioso. Su punto de referencia como último criterio de verdad es la Sagrada Escritura. Por ella mide los aciertos y desaciertos, o hace el discernimiento entre la verdad y el error. Pero a la vez tiene una instintiva sensibilidad filosófica ante las cosas o los sucesos de la vida. ¡Qué valiera aquí ser filósofo para saber las propiedades de las cosas, y saberme declarar! - anota hablando de las propiedades del agua y del fuego, y de su respectiva simbología (CE 31,1). Creo que en cada cosita que Dios crió hay más de lo que se entiende, aunque sea una hormiguita! (M 4,2,2). Es amiga del agua, la ha mirado con más advertencia que otras cosas (M 4,2,2). Es consciente del límite del pensar humano y de la inefabilidad de los misterios profundos de la vida, sobre todo, de la vida cristiana. Experiencias que no caben en palabras. De ahí su constante recurso a las mediaciones simbólicas, no sólo en el lenguaje metafórico y en su típico recurso al oxímoron, sino acuñando expresamente símbolos con valor literario propio. Constantemente idealiza las figuras históricas de la Biblia para cargarlas de simbolismo o para encarnar una idea.
2. Se han hecho intentos de catalogación del ideario teresiano. Así por ejemplo, en el Diccionario de Santa Teresa (Burgos 2001 y 2002), que en su sección doctrinal (670 pp.) hace más de quinientas calas temáticas, entre ellas más de un centenar de voces o temas portantes. Casi a la par se han elaborado las Concordancias de sus escritos: dos volúmenes con
un total de más de 3000 páginas, seguidas de dos estadísticas de presencias verbales en la totalidad de los escritos teresianos que, si bien son índices materiales del vocabulario de la Santa, permiten entrever la cuantía de ciertos filones de su ideario. Una elemental cata de solos dos aspectos extremos de su mundo religioso - los temas 'Dios' y 'hombre'-, arrojan cifras indicativas del peso ideológico de cada uno:
los vocablos Dios................................................. 4324
Señor .................................................. 2770
Su Majestad ........................................ 938
Nuestro Señor ................................... 805
(en total 8837 presencias)
los vocablos alma-espíritu ............................. 2349
cuerpo ............................................ 246
hombre-mujer ............................. 387
humano-corporal .......................... 102
(en total 3084 presencias)
Son cifras que en alguna manera documentan los dos sectores más fuertes del pensamiento teresiano: Dios y el hombre. Es también indicativa la estadística de los verbos que testifican el interés de Teresa por pensar las cosas: la acción de pensar recurre 1150 veces; la de entender, 2844 veces; la de saber, 2672 veces. Aun sin conceder a estas cifras materiales otro valor que el de simples indicadores, ellas nos acercan a lo que creemos ser las líneas de fuerza del pensamiento teresiano.
3. Líneas de fuerza de su pensamiento. Centro orbital de su pensamiento es la idea de Dios. Teresa, tan amiga de los teólogos de su tiempo, no puede decirse que comparta teología con ellos. Casi al comienzo de sus escritos (Vida 4,10) nos ofrece una síntesis de lo que 'ha pensado muchas veces', todo un condensado de pensamiento, asombro y emoción: Muchas veces he pensado, espantada de la gran bondad de Dios, y regaládose mi alma de ver su gran magnificencia y misericordia. Sea bendito por todo, que he visto claro no dejar sin pagarme, aun en esta vida, ningún deseo bueno. Por ruines e imperfectas que fuesen
mis obras, este Señor mío las iba mejorando y perfeccionando y dando valor; y los males y pecados luego los escondía. Aun en los ojos de quien los ha visto permite Su Majestad se cieguen y los quita de la memoria. Dora las culpas. Hace que resplandezca una virtud que el mismo Señor pone en mí casi haciéndome fuerza para que la tenga. Es decir: ella lo ha pensado mucho. Se ha asombrado y regalado. Ha visto claro los rasgos fisonómicos del rostro de su Dios.
En torno a esa imagen de un 'Dios-orfebre', dorador de las culpas humanas, giran otras dos ideas fundamentales: el enigma de su 'ausencia-y-presencia': omnipresente objetivamente, pero con el tremendo misterio de sus ausencias subjetivas en la órbita del amor. Y en segundo lugar, la convicción persistente de que Dios se relaciona con los hombres, con la historia humana, con la microhistoria de cada persona: 'se deleita en el hombre'. También es cierto que Dios infunde respeto y 'temor bíblico' (amor y temor, dirá ella), pero en el rostro de su Dios prevalecen los rasgos descritos en su condensado teológico de Vida 4,10.
4. En torno a esa idea de Dios y casi fundiéndose con ella, es también primordial el ciclo de sus ideas sobre Cristo. Su ideario cristológico constituye una esfera mental y cordial personalísima. Ante todo, el Cristo histórico de los Evangelios, repensado y meditado paso a paso, hechos y palabras, insondable misterio de su pasión: Teresa confiesa que desde siempre pensaba un poco en este paso (Vida 9,4). En Él le interesa especialmente su Humanidad. (Lo veremos en la ficha 98). Y luego el Cristo presente en el aquí y ahora de la historia de cada hombre. Pensáis que está callado? Bien habla al corazón cuando le pedimos de corazón (C 24,5).
5. Tras esos dos ciclos ideológicos fundamentales, son ya subsidiarios el temario eclesial, su pensamiento ético y su ideario místico. En clave ética, Teresa comparte la idea de sus coetáneos (desde Lutero hasta Trento) de que el hombre tiene una naturaleza corrompida por el pecado; que necesita conversión y gracia; que sólo en ésta logra la salvación Ideario que se extiende al plano de la vida comunitaria y al status de la sociedad. - Por fin el ciclo de lo místico se sitúa ya en otro plano ideológico. Es, para Teresa, el mundo del misterio, de la experiencia de lo trascendente. (También lo veremos en ficha aparte).