1. En su autobiografía, Teresa dedica al tema dos capítulos, el 7º y el 8º: Cuán perdida vida comenzó a tener, es el título del capítulo 7º, en contraste con el título del siguiente: El gran bien que le hizo no se apartar de la oración. Extenso y minucioso relato de la crisis, en el primero. Más relajado y pedagógico, pero no menos dramático, el capítulo de la lucha. En cambio, es difícil puntualizar la cronología de esos dos tiempos. Teresa habla reiteradamente de muchos años. Luego precisa que la crisis con el abandono de la oración duró un año y más (7,11), o bien, año y medio, al menos un año, que del medio no me acuerdo bien (19,4). Momento terminal de ese período sería la muerte de su padre. Duraría, por tanto, desde su salida de la enfermería hasta finales de 1543. En cambio, los años de lucha se extendieron, probablemente, a todo el decenio siguiente: 1544-1553. En surelato, Teresa los describe con absoluto realismo. Pero con mirada retrospectiva: desde la óptica nueva de su vida mística, ya en 1565. Ahora me espanto , anota. Aquí nos interesa únicamente analizar en qué consistieron esos dos tiempos. Primero, la crisis. Luego, la lucha y la recuperacíón. Ambas cosas enmarcadas en el contexto de la Encarnación.
2. La crisis. Al salir de la enfermería, Teresa ha superado la enfermedad física, la parálisis de su cuerpo, y comienza a estar enferma del alma. Frente a las virtudes y las gracias recibidas en la enfermería, ella se acusa de incoherencia y falta de correspondencia. Abusa de la libertad de su nueva situación comunitaria y se abre a una ambigua familiaridad con parientes y amigos. Psicológica y socialmente bascula hacia los de fuera. Con la consiguiente flojera en la vida espiritual y en el trato comunitario. Reafloran y prevalecen las antiguas amistades que ella había abandonado. Con dos o tres notas fuertes: a/ tentación de mediocridad, resignada, dice ella, a vivir como los muchos, sin apremio por su vocación personal; b/ pérdida de tiempo en conversaciones de frontera en el locutorio conventual; c/ simulación o especie de falsía, aparentando lo que no es, sin llegar a hipocresía, advierte ella (porque en esto de hipocresía y vanagloria, gloria Dios, jamás me acuerdo de haberle ofendido: 7,1); d/ y sobre todo, abandono de la oración: Teresa asegura haberla abandonado por falsa humildad (¡qué humildad tan soberbia!: 19,1) o falso sentido de lealtad con Dios: cree imposible 'tratar de amistad con Él', mientras lo traiciona con falsas amistades (ya yo tenía vergüenza de en tan particular amistad como es tratar de oración : 7,1). De suerte que el abandono de la oración la hace tocar fondo en su vida espiritual: fue la mayor tentación que tuve (7,11).
Ese período de baja está contrapunteado por tres episodios que hacen de revulsivo: la emocionante visión de Cristo que interfiere en una de esas amistades, con mucho rigor Quedé muy espantada y turbada (7,6); la desconcertante (y simbólica) visión del sapo (7,8); y el episodio prolongado de sus relaciones filiales con don Alonso: primero, compartiendo con él el ideal de la oración y luego claudicando ella, seguido de la traumatizante muerte de él. Desenlace este último que hace de revulsivo final: Teresa pasa de la crisis a la lucha (7,10-16).
3.Tiempo de lucha.Es mucho más largo e intenso que el anterior. Para reiniciar una vida auténtica, Teresa comienza aferrándose al último confesor de su padre, el dominico Vicente Barrón. Pero ya antes habían irrumpido en su interior rachas de fuerte lucha. Nos lo dice ella misma en una pausa de sinceración con el Señor:Oh Señor de mi alma, cómo podré encarecer las mercedes que en estos años me hicisteis! ¡Y cómo en el tiempo que yo más os ofendía, en breve me disponíais con un grandísimo arrepentimiento ! Con regalos y mercedes castigábais mis delitos!(7,19). Tensa entre los dos extremos,pasaba una vida trabajosísima(ib), de suerte que la vuelta a la oración no le fue nada fácil:era tan incomportable la fuerza que el demonio me hacía y la tristeza que me daba en entrando en el oratorio, que era menester ayudarme de todo mi ánimo para forzarme(8,7).Es decir, la practicaba por pura fuerza de voluntad y contra reloj: muy muchas veces, algunos años, tenía más cuenta con desear se acabase la hora que tenía por mí de estar, y escuchar cuándo daba el reloj, que no en otras cosas buenas, no sé qué penitencia grave se me pusiera delante que no la acometiera de mejor gana (ib).Teresa se había fijado un tiempo preciso en el horario cotidiano y lo ponía a salvo pese a todas las resistencias anímicas y a todas las solicitaciones externas. Poco a poco había caído en la cuenta de que la oración era su salvavidas. Había logrado de sí misma unadeterminada determinación. Y su relato concluye con una pincelada fuerte:Deseaba vivir, que bien entendía que no vivía, sino que peleaba con una sombra de muerte, y no había quien me diese vida , y quien me la podía dar tenía razón de no socorrerme, pues tantas veces me había tornado a Sí, y yo dejádole(8,12).En resumen: Teresa había sufrido una larga y dura tentación de mediocridad. Y su lucha por no sucumbir había estado llena de intermitencias y nuevas crisis.
4.El campo de batalla, la Encarnación. Los dos tiempos -de crisis y de lucha- están enmarcados en la vida carmelitana de la Encarnación. Con la recuperación de la salud, Teresa ha recuperado 'voz y voto' en comunidad. Ha superado el cuadrienio del tercer período formativo. Goza de prestigio en el grupo. En realidad, cuando ella se dice resignada a vivircomo las muchas, está aceptando un denominador común de mediano rasero. Son tantas las que se abren, como ella, a las amistades de fuera.En el mismo clima abulense son tantos los jóvenes atraídos por el espejismo americano, que en la ciudad surge el morbo de un larvado flirteo con el mundo aséptico de las religiosas. Sí, hay en la comunidad quien da la voz de alerta a Teresa: Tenía allí una monja, mi parienta, gran sierva de Dios. Esta me avisaba algunas veces, mas disgustábame con ella, y parecíame se escandalizaba sin tener por qué (7,9). Pero el trasfondo comunitario es anodino. Teresa lo define entre indiferente y ambiguo: ¡Oh grandísimo mal, grandísimo mal de religiosos , adonde en un monasterio hay dos caminos: de virtud y religión, y falta de religión, y todos casi se andan por igual! (7,5). Esa especie de ambigüedad entre el ser y no ser, es el humus en que germinó la crisis de Teresa.
5. En cambio, en el subsiguiente momento de lucha, ella cambiará de lamento: ¡Gran mal es un alma sola entre tantos peligros!... Si yo tuviera con quién tratar todo esto O sea, que también ella ha experimentado lo que es la soledad en medio de la masa. Ha tenido que luchar y sobrevivir a solas. Le ha faltado la ayuda sacramental del confesor: estaba todo el daño en no quitar de raíz las ocasiones y en los confesores, que me ayudaban poco (Vida 6,4). Aún así y pese a esa falta de ayuda por partida doble, de la comunidad y del confesor, Teresa probablemente no advertía que la suya tenía que ser una batalla unipersonal, reñida a solas consigo misma, para asumir lo específico de su vocación, y descubrir el sentido profundo de su vida.
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