1. Como ya hemos notado, buena parte de su formación carmelitana la debe Teresa, más que a las lecturas, al magisterio oral. No sólo a las maestras y a la comunidad del monasterio, sino tanto o más a los confesores, capellanes y vicarios carmelitas. El confesor hacía de asiduo maestro espiritual: según las Constituciones «las hermanas tengan padre o confesor aseñalado , al cual en los negocios y cosas arduas humildemente llamen, y sin su consejo ninguna cosa temerariamente hagan». Teresa era, además, especialmente adicta a los sermones, según confiesa ella misma: era aficionadísima a ellos, de manera que si veía a alguno predicar con espíritu y bien, un amor particular le cobraba Casi nunca me parecía tan mal sermón que no le oyese de buena gana (Vida 8,12).
2. De entre todos sus maestros carmelitas seleccionamos a los tres más estimados por ella. Corresponden al período de su madurez espiritual, cuando ya se ha adentrado en la experiencia mística, cuando ya es escritora y fundadora. Por orden cronológico son:
El General de la Orden, P. Juan Bautista Rossi: 1567-1578
El santo fray Juan de la Cruz: 1567-1582.
El Provincial, P. Jerónimo Gracián: 1575-1582.
3. El P. General, Juan Bautista Rossi (Rubeo). Italiano, nacido en Ravenna, elegido en 1564, General de la Orden cuando ya Teresa llevaba un bienio en el Carmelo de San José. En febrero de 1567 llega a Ávila y pronto se encuentra con Teresa, que es priora de San José. Ese primer encuentro de ambos ocurre en clima de ansia por parte de Teresa a causa de su ambigua situación jurídica, pero rápidamente cambia de signo gracias al gesto comprensivo del Padre General. Las buenas relaciones entre ambos sólo degenerarán en los últimos años (1576-78) a causa de los incidentes entre Gracián y los carmelitas de Andalucía (cf cta 271). Aquí nos interesan únicamente las aportaciones de Rubeo a la persona y al proyecto de Teresa:
a) Ávila, 1567: Rubeo aprueba la iniciativa fundadora de Teresa. Afirma su jurisdición sobre ella. Y la autoriza para fundar nuevos Carmelos en Castilla (MHCT I, 62). Lo resume ella: alegróse de ver la manera de vivir..., diome muy cumplidas patentes para que se hiciesen más monasterios (Fund 2,3).
b) Barcelona, 1567: Poco antes de su regreso a Italia, Rubeo acoge la nueva idea de Teresa (Fund 2,5) de iniciar la fundación de frailes descalzos. La autoriza para fundar en Castilla dos conventos. Se lo escribe desde Barcelona el 10 de octubre de 1567 (MHCT I, 68). Apenas un mes después, entrará en escena fray Juan de la Cruz, que pronto funda Duruelo (Fund 3,16-17).
c) Roma, 1569: Una vez en Roma, Rubeo hace el más cálido elogio de la Madre Teresa, «piedra muy de ser preciada por ser preciosa y amiga de Dios: doy infinitas gracias a la divina Majestad por tanto favor concedido a esta religión por la diligencia y bondad de la nuestra reverenda Teresa: ella hace más provecho a la Orden que todos los frailes carmelitas de España » (MHCT II, 317). Dirige esa carta a la priora de Medina. El elogio llega pronto a conocimiento de Teresa.
d) Poco después (1571), también desde Roma, el General le manda expresamente (in virtute sanctae obedientiae praecipimus) que siga fundando Carmelos sin restricciónde lugar («omnibus in locis»), tras haberla autorizado para actuar en su propio nombre («in erigendis sanctimonialium monasteriis vices nostras gerenti»: patente del 24.9.1570). Era el categórico refrendo de la fundadora. Así Rubeo ha reconducido la obra teresiana a la gran familia del Carmelo y, como Padre de la Orden, se asocia a su misión de fundadora.
4. Fray Juan de la Cruz. Es sobradamente conocida la colaboración de fray Juan con la Madre Teresa. Aquí apuntaremos sumarísimamente lo más destacado de esa trayectoria. Cuando se encuentran los dos por primera vez en Medina (1567), se acercaba ella a los 52 años. Él tenía sólo 26. Y su aportación se despliega en tres planos: el de la misión de fundadora; el de la vida interior (mística) de Teresa; y el de su doctrina espiritual.
a) La aportación primera ocurre en el momento en que Teresa ha decidido iniciar la fundación de los Descalzos. Se lo propone a fray Juan, que acaba de estrenar su sacerdocio. Él renuncia a sus proyectos de futuro y accede a la propuesta de la fundadora. Accede también a dejarse informar en vivo, dentro de un Carmelo, donde tiene que aprender -dice ella- nuestra manera de proceder.., así de mortificación como del estilo de hermandad y recreación que tenemos juntas (Fund 13,5). En cierto modo, entra desde ahí en simbiosis con la Santa. Lo que él ha aportado es algo así como la encarnación de su ideal de vida carmelita en la rama masculina.
b) En segundo lugar, cuando en 1572 Teresa lo traiga por maestro espiritual de la comunidad de la Encaración donde ella es priora, (gran provecho hace este descalzo que confiesa aquí, escribe ella), interviene lúcidamente en la última fase de la vida mística de Teresa. Está presente en la hora de su gracia de matrimonio espiritual (Rel 35). Y los dos la celebran en sendos poemas místicos: es el 'Vivo ya fuera de mí!', de Teresa, que fray Juan entona a su vez 'En mí no vivo ya!' El doble poema es buen exponente de la mística simbiosis de ambos.
c) Entercer lugar, fray Juan ha aportado datos importantes al ideario teresiano. Especialmente a la definitiva codificación de la vida espiritual, realizada por Teresa en el libro de lasMoradas.
5.Jerónimo Gracián.Colabora con Teresa en el último sexenio de su vida, ya sea en su labor de fundadora, ya como escritora, así como en la dirección espiritual de su alma. En vísperas del ingreso en Pastrana, se interesa en la lectura delSpeculum Ordinisy escribe para la Santa un tratadillo sobre laReglay'los profetas de la Orden'. Quizá fue eso lo que le ganó la simpatía de Teresa, que desde el primer encuentro de ambos en Beas (1575) le promete special obediencia (Rel39-40) y le profesa alta estima. Por iniciativa de Gracián escribe ella lasMoradasy apenas terminadas, las somete él a una especie de revisión crítica en diálogo con la autora. A petición suya escribe Teresa elModo de visitar , y a él le dirige más de un centenar de cartas, actualmente la mayor sección de suEpistolario.A él confía la reelaboración y edición de lasConstitucionesde las monjas, que Gracián dedica a la Santa en una preciosa carta introductoria (Salamanca 1581).
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